CONCLUSIONES

¿Cómo cambia la vida a alguien que ha conocido a Jesucristo?

Una persona es discípulo de Cristo cuando se ha convertido al Señor, le da su amor y, con la gracia del bautismo, se decide a seguirle e imitarle aquí en la tierra.

  • Los discípulos de Jesús se acogen a su enseñanza y a la gracia que nos une a Él: Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada (Jn 15. 5)
  • Los discípulos de Jesús viven en unión íntima con Él, Señor y Salvador de todos los hombres: Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo; os mantenéis firmes en el mismo espíritu y lucháis juntos como un solo hombre por la fidelidad del Evangelio (Flp 1,27)
  • Los discípulos de Jesús viven en el amor mutuo, unidos en la gran familia que es la Iglesia, siguiendo el Mandamiento nuevo: Como yo os he amado, amos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros (Jn 13, 34-35)
  • Los discípulos de Jesús colaboran en el perfeccionamiento del mundo con su esfuerzo y trabajo: No vivimos entre vosotros sin trabajar, no comimos de balde el pan de nadie, sino que con cansancio y fatiga, día y noche, trabajamos a fin de no ser una carga para ninguno de vosotros (2 Tes 3, 7-8)
  • Los discípulos de Jesús deben estar dispuestos a vivir despojados de todos los bienes de este mundo: Se le acercó un escriba y le dijo: “Maestro, te seguiré adonde vayas”. Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 19-20)
  • Los discípulos de Jesús deben aceptar la posibilidad de sufrir incomprensiones y persecuciones como seguidores del Crucificado: Seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevera hasta el final, se salvará. Un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo. (Mt 10, 22-24)
  • Los discípulos de Jesús saben que la salvación, cuyas primicias recibimos aquí en la tierra, alcanzará su plenitud de gozo en el cielo: Los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará (Rom 8, 18)

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